Dentro Del Bosque 2019

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« Por lo menos el silencio, si escucha, tiende a volverse el material interlocutor de la imagen y a dar a la voz su oscuridad. Tal oscuridad es la de una ilegibilidad de la memoria ».

« Dentro del bosque », un message para la naturaleza


Las cosas del arte comienzan a menudo a la inversa de las de la vida; así, durante mis visitas en julio, agosto y septiembre de 2019 al taller de Luz Severino pude observar los espacios de su casa en estado de eferves-cencia. La intimidad de su espacio privado estaba sembrada de obras aún inacabadas. Descubrí con sorpresa la preparación y gestación de una inmensa instalación que la artista estaba terminando para la exposición Dentro del bosque prevista el mes de octubre de 2019 en la Fundación Clément.

Largos tubos galvanizados, recubiertos de yeso blanco -algunos de cuatro metros de altura- abarrotaban todo el espacio. Es en el corazón de esta instalación, que se presentará en la Nave de la Fundación Clément, que se forma y elabora el trabajo de Luz Severino. En total, más de doscientos cincuenta tubos blancos instalados sobre bases y trabajados de manera artesanal y minimalista, para dejar ver únicamente la longitud de los troncos y jugar con la verticalidad de los árboles que tanto interesa a Luz.

La artista, con la ayuda de planos, elabora su instalación. Largas varas de distintos tamaños recubiertas de yeso, cal y sisal que alisa con las manos, poniendo todo su cuerpo en acción. Alrededor de esta suerte de ramas vírgenes, Luz enrolla hilos de diferentes colores: rojo, azul, verde, naranja, violeta y blanco… que para ella evocan la esperanza, así como metáforas sutiles que representan las cicatrices -aquí en forma de ataduras- que los hombres imponen a la naturaleza y la vegetación.

Las ramas, instaladas sobre bases de chapa metálica de diversas formas -más de cincuenta-forman una vegetación blanca, » que simboliza la pureza en mi país », en la que Luz Severino trazó pasadizos para los espectadores.

La instalación invita a la inmersión corporal, ya que traza un trayecto en el corazón de este bosque desprovisto de follaje. Cada visitante atravesará este paisaje silencioso, que le inspirará un instante de reflexión, e incluso de meditación, sobre los retos sutiles de nuestro mundo vegetal en vías de extinción.

Al realizar y trabajar estas formas inicialmente en estado bruto para transformarlas en un « espacio táctil », la visión de un bosque, de una especie de paisaje o naturaleza muerta a gran escala se impuso a Luz Severino. Y es esto lo que decidió recrear. Avanzar en la sensación de un espacio para sentir el efecto que ejerce el entorno. Este sentir no es de ninguna manera una forma inferior del conocimiento. Es indisociable del campo estético y, por lo tanto, del trabajo que debe realizar un historiador de arte ante una obra.

Los árboles que la artista desea representar son uno de los temas simbólicos más ricos y más frecuentes. El filósofo Mircea Eliade distingue principalmente siete interpretaciones, que de hecho no considera exhaustivas, pero que se articulan todas en torno al cosmos vivo que se regenera incesantemente. Para Luz Severino, el árbol es la metáfora de la vida en perpetua evolución y evoca el simbolismo de la verticalidad que desde hace muchos años plasma en sus pinturas. Figura axial, el árbol metaforizado en forma de bosque en esta instalación de grandes dimensiones es como un camino por el cual circulan los espectadores. Un camino ascensional por el que transitan los que pasan de lo visible a lo invisible en el raudal de su blancura, signo de pureza. Cada vara está suturada con hilos de colores que distinguen con una mínima particularidad estas estructuras que cada espectador atraviesa.

Cabe evocar aquí los « Penetrables » del artista venezolano Jesús Rafael Soto que, como en el trabajo de Luz Severino, evalúan y revolucionan la relación entre el arte, el espacio y el espectador creando esculturas penetrables que se convierten en entornos reales que invitan al espectador a entrar y moverse, abriéndose camino para comunicarse con la obra y su entorno.

Para Luz Severino, la idea es hacer que el espectador penetre y participe en la obra, y no se limite a ser un simple espectador, porque esta instalación es una obra que debe vivirse y experimentarse. Del mismo modo, con esta inmensa obra penetrable que es prácticamente una verdadera arquitectura, la artista desea recordarnos que el espacio que nos rodea, y en especial nuestros bosques y nuestra vegeta-ción, no están nunca vacíos y destruidos. Al introducirnos en la obra, en el centro de la sala, nuestra percepción totalmente visual moviliza todos nuestros sentidos. Es una experiencia corporal y a la vez sensorial. Este penetrable de Luz Severino nos sumerge en una relación física y mental, que se convierte en nuestro espacio, nos enfrenta a una experiencia física que también implica un trayecto ante el vacío y la plenitud que se confronta con el entorno. Esta ruta comienza con una serie de cuadros de grandes dimensiones que descubrimos al filo de la instalación, como en los linderos de un bosque.

La naturaleza, especialmente la vegetación y los paisajes, son un componente esencial del arte desde que los artistas existen. Ahora bien, las representaciones artísticas suelen ser más bien interpretaciones personales que transcripciones directas de la realidad. También son formas de innovar en el uso de los colores, las formas, los motivos y las técnicas.

Detengámonos un instante en la forma en que Luz Severino trabaja sus grandes cuadros. Luz traza y pinta estructuras verticales que figuran en numerosas series de sus obras posteriores que representaban principalmente figuras o personajes. Aquí, estas estructuras verticales figuran en toda la superficie de los cuadros y conducen la mirada hacia un ritmo perceptivo como el Op Art o el Arte cinético. Envueltos en hilos de colores, las varas y troncos de árboles se mueven y disimulan el fondo de la pintura que por lo general representa frondosos árboles.

Veamos un primer conjunto de cuatro pinturas llamado Las cuatro estaciones. El tema de las cuatro estaciones se ha tratado con frecuencia en la historia del arte, como en pintura con el pintor del renacimiento italiano Giuseppe Arcimboldo y el artista francés del Clasicismo del siglo XVII Nicolas Poussin. En la historia del arte académico, este tipo de cuadros pertenecía a los modelos del paisaje de la jerarquía de géneros de la pintura.

Con estas cuatro pinturas, descubrimos en la exposición un dispositivo creativo sumamente original. Luz Severino representa árboles con su follaje en los tonos de las estaciones, encaramados en finos troncos recubiertos regularmente de hilos de colores. La artista cose pacientemente el dorso del lienzo y, de este modo, transmite un ritmo colorido a los troncos de los árboles. En estrecha colaboración con las varas de la instalación, los hilos de diversos colores se hacen eco de los tonos del bosque, del follaje y de las flores, de toda la vegetación que se encuentra en la naturaleza. Otra particularidad técnica muy interesante y sorprendente es la forma en que la artista crea el denso follaje de los árboles.

La vi trabajando en uno de sus cuadros. Luz delimita pequeñas parcelas recubiertas con pintura negra que raspa y graba a continuación con un escalpelo para revelar halos de grisalla. La artista también utiliza un gran número de mediums y técnicas en estos cuadros. La costura requiere un largo y laborioso trabajo de paciencia y la incrustación de grabados, que se pegan para formar un fino relieve. Los cuadros son muy táctiles y la artista nos invita a tocarlos para sentir sus formas y su estructura.

Las pinturas se combinan y entablan un diálogo con la instalación.

La unidad de la obra está muy bien lograda en su conjunto. Aquí, ya sea en forma escultural en tres dimensiones o en forma pictórica en dos dimensiones, los árboles parecen ser entidades sociables y distintas por su volumen, sus colores y su medium. Toda la obra se entrelaza para forjar lazos y comunicarse como una familia llena de vida.

El trabajo de Luz Severino en esta exposición está impregnado de las investigaciones de un ingeniero forestal alemán, Peter Wohlleben, en su libro La vida secreta de los árboles, que muestra que los árboles de los bosques son sensibles al dolor y tienen memoria.

Es en torno a este enfoque y a la comprensión de la naturaleza, en particular la relación a menudo violenta y mortal que los hombres tienen con ella, que Luz desarrolla su obra con gran sensibilidad y una estética singular. Una inmersión total « Dentro del bosque ». La impresión que se desprende de la obra de Luz Severino es por tanto la de un lugar paradójico: un lugar para experimentar al mismo tiempo el contacto y la distancia en un momento de lucidez táctil y sensibilidad ante la naturaleza.